martes, enero 17, 2006

Insomnio

Tal como lo dice el título, no puedo dormir. Aún no tengo sueño. Son las tres y media de la madrugada y yo aquí estoy, en frente de la máquina, sin ya saber bien qué hacer y por eso escribiendo aquí.

Por lo menos hoy no lloré tanto. ¿Será un avance?. Hoy lloré poquito. Sólo derramé un par de lágrimas. Aunque probablemente mañana derramaré muchas más...

El viernes a la noche fui a una reunión por el cumple de un ¿amigo?, digamos más bien un conocido. Fui tranqui con el auto, total no suponía ni quedarme mucho ni tomar una gota de alcohol. Creo que algo cambió en el transcurso entre estacionar el auto y cuando al fin me senté en la mesa con algunos de los invitados. Algo cambió. Y se me vino una tristeza encima que no tenía deseos ni de sentir ni de analizar ni de demostrar. No tenía deseos que nadie me viera mal. Y no se me ocurrió mejor idea que decirle a la persona que se encontraba sentada enfrente mío que me convidara un poco de cerveza. Y después un poco más. Y ya empezaba a decir pavadas. Y un poco más. Y ya empezaba a reírme de cualquier boludez. Y ya no debía pedir un poco más, ahora directamente me servían cerveza cada vez que mi vaso amenazaba con quedarse vacío. ¿Se estarían divirtiendo a costillas de mi ebriedad?. “Fondo blanco, fondo blanco”, alguien dijo a mi izquierda. “No, no, ¿qué fondo blanco?, ni siquiera debería estar tomando”, dije yo. “Dale, dale” dijeron otros... Y yo, nuevamente pensando en ahogar mis penas de la forma más rápida posible, no necesité que me quisieran seguir convenciendo y ahí fue el fondo blanco del chop lleno de cerveza. Demasiado alcohol en mi sistema. Y un poco más. Dale que va. “¿No habíamos pagado otra?”, “el del cumple invitó una gratis”, “traé la otra después, no vaya a ser que se caliente”. Ya no necesitaba pedir. Tomaba un trago, dos tragos, tres tragos... y de golpe veía el vaso y estaba lleno de nuevo... no llegaba ni a la mitad que una mano desde mi izquierda me seguía llenando el chop cada tanto, no vaya a ser que me quedara sin beber. Y prendo un cigarrillo... “¿no habías dejado de fumar?”, “si, pero la semana pasada empecé de nuevo”. “¡No te comas las uñas!” me dice alguien enfrente mío. “No me las estoy comiendo”, digo yo. Unas horas más tarde, empezaría a comérmelas realmente, para acabar con la ilusión que fue tener uñas durante unos meses. “Nos vamos, ¿te llevo?, no podés manejar así”, “no, dejá, me quedo un rato más, después veo cómo me vuelvo”. Tal vez estaba esperando... esperando algo que no iba a suceder. “¿Vamos a patinar?” invita una voz a mi izquierda, “no, no puedo patinar así, piso el hielo y me caigo de una”. Y otra cerveza más. Y me sigo riendo de cualquier cosa. “Dale, vamos a patinar”, vuelve a invitar la voz a mi izquierda. “No, en serio, no puedo patinar así”. Al menos algo de conciencia me quedaba para darme cuenta que apenas podía caminar, mucho menos patinar. “Feliz cumple” le digo por enésima vez al agasajado cuando lo veo pasar. Mientras, alzo mi copa y vuelvo a ingerir un poco más de alcohol. Y sigo esperando por aquello que nunca iba a suceder. Y eran las doce. Y era la una. Y eran las dos. Y ya no sé qué hora era. “Che, voy al fondo un rato porque estoy mareadísima”, le digo como pidiendo permiso al cumpleañero, “si, Noe, andá”, me dice de pasada. Camino como puedo y al llegar me desplomo en uno de los bancos. Tal vez intento dormir, tal vez descansar. Imposible dormirme, me daba vueltas hasta la conciencia. Llega alguien y me tapa, tal vez parecía padecer frío. Pasa el tiempo. Llega alguien más y me pregunta si estoy bien. “Si, si, nada más me quedo un rato acá”, “Vení a patinar”, me dice. “No, así no puedo, vayan uds. que yo me quedo acá”, y sigo recostada. Y pasa el tiempo. Vuelve el primero y me cubre con algo más de ropa. ¿Haría frío?, ya ni el frío sentía. Y pasa el tiempo. Y quiero ir al baño, pero la puerta se había trabado de adentro. Decido que tal vez es hora de volver al bar. Tomo mis cosas y camino. Me doy cuenta que sigo mareada, aunque tal vez no tanto. Son casi las cinco de la mañana, ¿a dónde se fue el tiempo?. El cumpleañero ya no estaba. Es más, ya casi nadie estaba. Es tarde. Se va yendo la gente. ¿Y ahora cómo vuelvo?, pienso. Por lo menos acepto que no puedo manejar como estoy. “¿Querés que maneje yo?” dice uno de los chicos. “¿Sabés manejar con palanca al volante?”, pregunto yo. “Si”, me dicen. “Sino no te hagás drama, lo dejo acá y mañana lo vengo a buscar”, “no hay problema, te llevo”. “Dame tu número, te llamo mañana a ver cómo te sentís”, me dice una voz a la izquierda, le doy el número, de todas formas no llama. “Bueno, vamos” me dicen, se despide de la voz a la izquierda con un pico, ¿qué pasó mientras no estuve?, me pregunto. Me llevan a casa en mi auto, pero yo voy de acompañante. “Che, mil gracias, ¿en serio no querés para el taxi?”, “no, está bien, no te hagás problema”. Entro a casa, el auto queda en la calle... ya era demasiado pedir que lo lleven hasta la estación. Prendo el aire acondicionado con la esperanza que tal vez funcione. No hay caso, me lo instalaron mal, no enfría, es como tener un aparato grandote para que tire viento y nada más. No hace calor, pero igual necesito fresco. Prendo el ventilador. Me pongo el pijama. Me voy a dormir. Las penas vuelven. Lloro un poco más. Eventualmente me quedo dormida, con la luz del sol que ya entraba de manera franca hacia mi pieza y un poco de lluvia que comenzaba a caer nuevamente, así como había caído todo el día.

Al otro día recuerdo que olvidé cosas allá, en el estado en que estaba ni me había dado cuenta. Llego a buscarlas, y ya todo el mundo sabía mi estado del día anterior. Los rumores corren rápido por allá. Parecería que no termino de aprender esa lección. Un par de personas me dicen que soy divertida en pedo. ¿Se supone que tendría que ser bueno eso?, ¿me están diciendo que sobria soy aburrida?. “No, es que estás más relajada, pensás menos”, me dice una amiga. Aprovecho que no tengo nada que hacer y patino un rato. No mucho tiempo. Estoy muy triste como para estar mucho tiempo. Decido irme antes de ponerme mal en serio en frente de todo el mundo. No quiero que me vean mal. No quiero demostrar que estoy mal. Igual creo que se nota. Llego a casa y lloro un poco más. A la noche hablamos, me dice que me cuide. Indefectiblemente, lloro más todavía. Lloro mientras leo. Lloro mientras escribo respondiendo que yo tampoco quisiera que me pase nada malo. Lloro al pensar que se preocupa, pero que igual parece que no valgo lo suficiente. Igual se tiene que ir, no hablamos mucho. “¿Estás mejor?”, pregunto. La respuesta es vaga. La comunicación parece haberse perdido en algún punto del camino. Me quedo con las ganas de repetirle lo que siento. Ya sería demasiado. Trato de irme a dormir, pero no lo consigo. Lloro un rato más. Pasan las horas y entre llanto y llanto me duermo en algún punto de la madrugada, con el sol ya arriba que se ve desde la puerta.

El domingo voy a almorzar a lo de mi mamá. Me parece que espera toda la semana para ese momento en que puede ponerse a cocinar y sabe que voy a estar yendo a comer. Me espera. Llego tarde. Igual me espera. Come conmigo. El tercer plato queda sin tocar del otro lado de la mesa. Mucho más tarde baja mi hermana, reprocha un rato que le tiraron una comida vieja y parece murmurar un reproche más, creo que algo sobre que mami cocina nada más cuando voy yo. Puede ser verdad. Yo sigo mirando tele. Es temprano para irme todavía. A las 7 tengo que estar en lo de Romina. Sigo mirando tele. La llevo a mi mamá hasta Ramos, tiene que mirar unos saldos. La llevo de vuelta a casa. Voy a lo de Romina. El día está horrible. Saludo a la gente. Rocío todavía no llegó, el papá la trae más tarde. Romi me pregunta si la alcanzo hasta San Justo a buscar la torta, que no hay remises por ningún lado. “Y si, con esta lluvia hay mucha demora”, comenta alguien con un mate que robo antes de salir por la puerta. Vamos a buscar la torta y los sanguchitos. Compro unas masitas. Volvemos y ya había llegado Rocío con el papá. “Feliz cumple, Roci”, le digo. Cumple dos años, ¿entenderá?. Hay mucha gente que no conozco. Trato de integrarme de todas formas. Igual termino hablando con los mismos de siempre. Cantamos el feliz cumpleaños. Roci sopla la velita. Cortamos la torta. Es de chocolate, yo no como. Qué suerte que compramos las masitas. Me quedo un rato, pero de a poco la tristeza vuelve. No quiero poner mal a los demás, es un cumple. Le digo a Romi que me disculpe, que estoy cansada, que me voy a casa. Son cerca de las 9. Vuelvo a casa, tal vez a esperar nuevamente eso que nunca llega. Me caliento unas empanadas que sobraron del sábado a la noche. Ceno mirando tele. La programación de un domingo a la noche es muy aburrida. Quiero buscar alguna película en la revista, pero no encuentro la revista. Me parece que la perdí. La tele del domingo aburre. No sé qué hacer para que pase el tiempo. No tengo sueño. La pena vuelve. Y lloro un rato más. Y no me puedo dormir. Y sigo llorando. Y es muy tarde. Y no me puedo dormir. Y sigo llorando. Y en algún momento me duermo, otra vez con el sol a la vista.

Lunes. Me levanto demasiado tarde, ya es pasado el mediodía. Hablo por teléfono. “Andá al centro a buscar unas bolsas”, me dan la dirección. Voy. “Ya es muy tarde para volver a la fábrica, ¿las llevo mañana?”, “bueno, pero temprano”, “está bien, pero llamame porque no me funciona el despertador”. Dejo ropa en el lavadero y retiro lo del sábado. Vuelvo a casa. Me invitan al cine. Siempre venía diciendo que no, ¿y si ésta vez digo que sí?, tal vez me haría bien salir y despejarme un rato. Acepto. “Pero mirá que recién llego a casa a las 20.30”, “te paso a buscar por la pista”, “bueno”. Voy a la clase de patín. Mi profe no viene. Me quedo patinando un rato, tengo que hacer tiempo. Alguien viene y me saluda mientras patino, ¿se puede ser tan falsa?, pienso por adentro. Son las ocho menos veinte, mejor me voy a cambiar. Invito a tomar mate. “Todavía no”, me dicen. Hago tiempo hasta las ocho. Mejor lo espero adelante. Llega puntual, eso es bueno. Vamos al cine. La pasé lindo. Igual parece que se nota que no estoy bien. Me interroga. “Contame”, “prefiero no hablar del tema”. Algo me termina sacando igual. Me mira. Le digo que no me mire. Mira a la planta. Me río. Se ríe. Me sigue sacando cosas que no quería decir. Me sigue mirando. No me gusta que me miren, pero mira a la planta y me río. Por lo menos me río un rato. La paso bien. A ninguno le gusta hablar mucho, mala combinación, demasiado silencio de por medio. Lo alcanzo a la casa, cargo gas y vuelvo a la mía. Y van a ser las 4 y media y sigo sin tener sueño. Y me tengo que levantar temprano. Igual me llaman por teléfono. Encima que no me puedo dormir, una vez que me duermo después no me quiero levantar.

Hoy a la tarde tengo que ir al gimnasio. Y a la noche voy a hockey. Y después, ¿me quedaré a tomar algo con los demás?. No sé. Tal vez sería conveniente que no lo hiciera. Tampoco nadie me va a pedir que me quede si amago con irme. Y volveré a casa a seguir esperando eso que nunca llega. ¿Y volveré a llorar?, ¿me podré dormir?. ¿Cuánto tiempo más voy a estar así?.

Necesito que empiece la pre temporada de vóley. Por lo menos de esa forma tal vez tenga menos tiempo libre para pensar, o más bien para sufrir. Tal vez en estos días prepare la inscripción para la facultad. Si me pongo a estudiar tal vez también así tenga menos tiempo para pensar. Necesito dejar de pensar. Si sigo pensando voy a seguir sufriendo. ¿Por qué no puedo ser como los demás?. ¿Quiero en realidad ser como los demás?. ¿Qué es lo que quiero?. No sé. Tal vez eso sea el problema...

Por lo menos me descargué un rato. Ya que no tengo sueño, al menos pude hacer algo en vez de estar sufriendo contra la almohada. ¿Un cigarrillo?, dale. Un cigarrillo mientras releo lo que escribí y veo si me puedo dormir. ¿Me vuelvo a dejar de comer las uñas a partir de mañana?, ¿para qué?, ¿tiene sentido?. Ya tantas cosas me parecen al pedo, ya tantas cosas me parecen sin sentido. Lo único a lo que le encuentro sentido no puede ser, o sea que entonces qué me importa el resto. Me muerdo una uña. Me fumo un cigarrillo. Total. Da lo mismo. Estoy escuchando “Mad World”. Me pone triste el tema. Lo escucho igual. Parece que lo hiciera a propósito. “The dreams in which I’m dying are the best I’ve ever had”.

En fin.